Los políticos son las personas que saben navegar con éxito las instituciones.
Como el Cardenal Mendoza, valido de los Reyes Católicos, a cuya biografía merece la pena echar un vistazo en Wikipedia.
Los colaboradores son las personas que, al navegar con éxito, hacen mejorar las instituciones.
Como Cristobal Colón, quien, mientras el Cardenal Mendoza hacía política, se dedicó a descubrir América.
No hay una sola persona que prefiera los políticos a los colaboradores, porque los segundos trabajan duro con el fin de sumar y aportar.
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Y sin embargo…
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Los políticos prosperan.
Y no sólo en los Estados. También lo hacen en los pueblos, en las empresas y en los servicios de cirugía de un hospital.
¿Por qué?
Básicamente porque a medida que las instituciones se hacen más grandes, inconscientemente todos premiamos el comportamiento político.
Porque, desde nuestros ancestros primates, estamos hechos así.
Pero es posible evitar ponérselo fácil a los políticos y ayudar a los colaboradores, si:
evaluamos con respecto a los objetivos, no a las explicaciones (los políticos son mejores comunicadores que estrategas)
ayudamos a las personas con inclinación a innovar (con los inevitables fracasos que eso conlleva), que no se aferran a posiciones conservadoras en las que se aseguran la ausencia de riesgo
contamos más con las personas que trabajan en equipo (son fáciles de identificar, ya que en su discurso usan «nosotros» en lugar de «yo»)
Las personas que entienden que las metas personales pueden alcanzarse a través de las metas del grupo tienen un valor incalculable. Y hay que cuidarlas.
Lo natural, lo instintivo cuando alguien ha
hecho algo que desaprobamos, es preguntarle “por qué”.
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Y sin embargo…
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Lo que ocurre es que la mayoría de las veces
esa pregunta es un callejón sin salida. Las razones últimas por las que lo ha
hecho son difíciles de conocer, incluso para él o ella.
Te dará una respuesta, sí, pero es improbable
que sea la que buscas.
Y lo más importante, es poco probable que su
respuesta te ayude a entender su actitud; mucho menos a conectar para hacerle
cambiar la próxima vez.
En lugar de todo ese camino de reproche e irritación, existe una fórmula casi mágica, un milagroso desatascador de situaciones incómodas.
Basta con preguntar “¿para qué lo has hecho?”
y la conversación empezará a fluir por si sola.
¿Por qué hay gente que cobra por ofrecer remedios que no están demostrados?
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En el mejor caso, quienes lo ofrecen no saben que aunque ellos honestamente crean que funciona, no es ético venderlas si no lo han demostrado.
Son chamanes.
Aquí entran los de las limpiezas de colon, entre otros.
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En el peor caso, son conscientes de que no funciona y actúan sin ética.
Son vendedores del tónico milagroso.
Aquí entra la exitosa industria de la homeopatía, entre otros.
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Y sin embargo…
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La pregunta no es por qué hay vendedores, sino por qué hay compradores.
Y la respuesta tiene que ver con la responsabilidad de quienes no hemos educado a la sociedad en la aceptación de que el espectro de la realidad es mucho más amplio que lo que la estrecha ciencia puede ver.
Es de quienes hemos malcriado en la idea mágica de que la Medicina lo sabe y lo puede todo, generando niños frustrados que, ante la cruda realidad de los límites del conocimiento, corren enfadados a los brazos de su chamán.
Chamán que, muy avispado, ha inventado toda una nueva liturgia para el siglo XXI, con su correspondiente lenguaje: detoxificar, intolerancias, ozono.
Distintos tiempos, mismos falsos mitos.
O como dijo Tim Minchin: «¿Sabes cómo se llama la Medicina alternativa cuando funciona?: Medicina»
-¿Y si todos se tiran por un puente, tú
también te tiras?- preguntan los padres a sus hijos cuando éstos intentan
justificar una conducta indebida, excusándose en la colectividad.
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Y sin embargo…
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Resulta que la psicología social no hace sino dar la razón a esta manera de actuar.
En efecto, de entre todos los elementos a los que puede atribuirse la motivación para poner en marcha una conducta, no se conoce ninguno tan poderoso como el de “todos lo están haciendo”.
Naturalmente este hecho nos despierta un fuerte rechazo, por la ausencia de criterio y de valores que sugiere. Pero hoy sabemos que está en lo más ancestral de la antropología el actuar como lo hagan los demás.
El “miedo a quedarse fuera” tiene un poder
inmenso para promover conductas, desde comprar un producto hasta dejar de
fumar.
Si vas a planear una estrategia es una buena
idea enfocarla pensando en la tribu, en que la decisión está más relacionada
con el grupo que con la racionalidad consciente.
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