A estas alturas, no es nuevo que los trolls o haters existen.
Son las personas que torpedean lo que haces, por buena que sea tu intención. “Dígame qué idea trae, que me opongo”.
Han estado, están y estarán.
La nueva forma de hacer las cosas atenta contra su modus vivendi o contra su sistema de creencias; y ya es tarde para que se adapten.
También sabes que son una minoría… que la otra gran mayoría es feliz y no destruye ni odia por sistema.
Por eso, como en el terrorismo, su éxito es directamente proporcional al tiempo que les dedicas o al temor que les profesas. Porque, sin siquiera darse cuenta, ése es su objetivo.
Y si no se lo das, si continúas tu camino, sirviendo a quienes quieren escuchar, entonces automáticamente han perdido.
Sin terror no hay terrorismo.
Y sin atención inmerecida, ya no hay trolls.