Cuando entrevistamos a alguien para contratarle, sucede que a menudo nos da una impresión muy clara sobre su personalidad.
Nos queda tan clara que nos cuesta creer que pueda ser un reflejo fiel de la realidad.
-No puede ser tan evidente- pensamos, ya sea buena la impresión, o muy mala.
–
Y sin embargo…
–
Lo difícil está en darse cuenta de que esa impresión, a menudo sí se corresponde sorprendentemente con la realidad.
Que, casi siempre, quien parece el candidato perfecto, lo es.
Que existen.
No hay truco.
A veces hay gente increíble que se presenta ante nosotros y eso es todo.
Fin de la búsqueda. Apretón de manos.
Y que, casi siempre, quien nos parece confundido o con tendencia a divagar, lo será siempre. Que por mucho que nos empeñemos, no cambiará, ni “ya aprenderá”. Al menos no en el poco tiempo del que disponemos.
–
Que a menudo se contrata por instinto es algo que pocas veces en público se reconoce.
Resulta tan cierto como que, en privado, es un hecho que a menudo se admite.